El 7° grado está atravesado por algunas experiencias únicas, muy esperadas por todos los chicos: desde ser los primeros en la salida del colegio y acompañar a 1º grado a lo largo de los días de adaptación, hasta el viaje de egresados, pasando por el debate, la elección y el diseño de los buzos... Este año, la triste noticia de que no podríamos concurrir a la escuela puso en duda muchas de estas actividades y de las sensaciones y emociones que esperábamos poder compartir. Pero con el paso de las semanas, después del sacudón, empezamos a imaginar cómo recuperar algo de lo perdido.
En esos primeros 15 días en los que habíamos asistido al colegio en forma presencial, habíamos llegado a dibujar, compartir y elegir todos juntos cómo sería nuestro tan esperado buzo de egresados. Pero el desafío que teníamos por delante era que los chicos, aún en este contexto, los recibieran con esa carga de sorpresa, alegría y emoción característica de este ritual que solemos realizar en el patio de la escuela. ¿Quieren conocer nuestro plan?
El primer paso fue conversar con las familias para que nos ayudaran. Les tocaba recibir los buzos, esconderlos… y guardar muy bien el secreto hasta el día de la entrega.
Finalmente, docentes y equipo directivo nos encontramos con los chicos en Zoom un lunes a las 19:30. Los habíamos citado para conversar sobre las “Calificaciones para 7º grado”. Había muchas caras de asombro, distintas a las de cada mañana. Mientras tanto, nuestros cómplices estaban haciendo su trabajo… Comenzamos la charla explicándoles la importancia de cumplir con las actividades. De repente, Silvana, nuestra directora, les pide que vayan a buscar el cuaderno de comunicados a sus mochilas para copiar una nota.
-  ¿El cuaderno de comunicados?
- ¿Para qué?
- ¿Una nota, seño?
Nosotras, todas muy serias y muy preocupadas por la nota que debían escribir.
Entonces, nos quedamos solas en el Zoom y se hizo un silencio. Primero, vimos algunas caras de asombro. Después llegaron las risas, los saltos, los gritos. Y una sola frase que alcanzamos a escuchar a coro: “¡El buzo!”.
A través de la pantalla los vimos volver corriendo, acercarse de nuevo a la cámara y, muy felices, ponerse los tan esperados buzos. Se sacan fotos, bailan, juegan. Nosotras explotamos de felicidad al poder compartir con ellos este ritual que la pandemia casi nos quita.
Cuando lograron tranquilizarse, llegó una última sorpresa: Emma. Emma fue su compañera desde 1º Grado y el año pasado, por razones familiares, se había ido a vivir a Rosario. Emma también tenía el buzo y estaba esperando para entrar al Zoom. De repente, otra vez, nos inundó un clima de felicidad, asombro y alegría con su aparición.
Entre la virtualidad, los protocolos, las pantallas y las videollamadas encontramos una nueva manera de acompañarnos. Como les dijimos en un mensaje que encontraron junto con el buzo: ¡Sigue adelante! Porque lo que viene siempre es mejor.