Educar en relación a las emociones significa ayudar a identificar y a nombrar aquello que se está sintiendo, a quererse y a aceptarse a uno mismo, a entender lo que están sintiendo los demás y a respetarlo, a empatizar y a poner límites, a aprender formas correctas de expresión y de relación con los otros.
En este contexto tan particular que estamos atravesando a nivel mundial, trabajar con las emociones nos pareció aún más importante y en el Jardín lo hicimos desde diferentes espacios y ángulos.

Chicas y chicos perdieron parte de su espacio personal, así como su espacio compartido con pares y con docentes; por eso abordamos las emociones, las exteriorizamos, las conversamos y las pusimos sobre la mesa en diferentes actividades.

En el Taller de Inglés, las abordamos desde el primer día en las diferentes Salas. Por ejemplo, volvimos a leer (en formato storytelling) el cuento El Monstruo de los colores; trabajamos con imágenes reales para reconocerlas; las experimentamos en base a los diferentes colores; las representamos a través de personajes animados y de emojis.
En la Sala de 5, encaramos un proyecto anual que comenzó en la presencialidad (en esos pocos días en los que fuimos a la escuela, en marzo) y continuó en la virtualidad. El objetivo principal estuvo vinculado al autoconocimiento y al desarrollo de la empatía para convivir en armonía, entendiendo que no todos sienten y piensan igual que uno. Trabajamos con diferentes fuentes literarias: El monstruo de los colores, Ramón preocupón, Rompecabezas; conversamos grupalmente sobre cómo nos sentíamos; pensamos qué cosas nos gustan de nuestros compañeros de la Sala; realizamos un emociómetro para reconocer nuestro estado de ánimo diario y que quedara un testimonio de cómo nos íbamos sintiendo a lo largo del mes; hicimos un registro de noticias agradables y desagradables y reflexionamos sobre cómo nos afectan en nuestro día a día.
Por último, nos gustaría mencionar que, en este año en particular, la importancia del trabajo en conjunto con las familias quedó más clara que nunca. Su acompañamiento fue imprescindible. En algunas oportunidades, nos acercaban sus preocupaciones ante el desgano y el cansancio que sentían algunos niños a la hora de participar de los encuentros virtuales; como así también la angustia que a veces los abordaba conforme iba avanzando el año y no podían reencontrarse con sus compañeros, sus docentes y su escuela. Ante estas inquietudes, generamos diferentes dinámicas para que los chicos pudieran mostrar y contar sus emociones; compartir cómo se sentían. Creemos que sentirse identificados con cuentos, con imágenes y con sus compañeros (¡aunque fuera a través de la pantalla!) fue un apoyo importante para muchos de ellos. Las propuestas lúdicas fueron las que más llamaron su atención, por lo que intentamos que, además de aprender vocabulario y aprender sobre uno mismo, pudieran distenderse, jugar y divertirse.